Cuando los dioses quieren castigar a un pueblo, les
mandan malos gobernantes.
Da vértigo ver la
torpeza con la que el presidente del Gobierno aborda el problema más importante
que tenemos los españoles en este momento.
Este hombre se parece
cada vez más al Quijote. "No pene usted que no hay mal que cien años
dure o tiempos vendrán que los actuales te parecerán el paraíso".
Lleva razón porque peores tiempos ya los he pasado. “Cuanto
peor, mejor”, ha dicho este “quijote” en su torpe contencioso con Cataluña.
A todo esto, me preguntas, amigo
Fabio, si yo soy de derechas o de izquierdas.
Es una pregunta obscena, porque para ello hay que definir primero el
qué, e incluso el quién.
Yo había escrito en otro lugar, que
ser de izquierdas es “compartir saberes y riquezas”. Era una forma de eliminar de un
plumazo a todos los que utilizan el poder para enriquecerse o para someter.
Pero ¿quién da los títulos de
“izquierdas? Son ellos mismos. Se autoproclaman así, sin ningún pudor. R, O, T,
S, G, P, C… -todo un nido de
mediocres- han sido investidos como
honorables de izquierdas. Pero todos sabemos que son auténticos trepas. Basta
observar para qué han utilizado los cargos. Por eso aplico en el análisis de estos “meapilas”,
todo lo que entraña el compartir
saberes y riquezas.
Que si soy de izquierdas? No lo sé, y nunca me he ocupado de aplicarme esas
categorías tan manoseadas. Solo puedo decirte, querido Fabio, que modestamente trato
de definir cada día mi maltrecha identidad, estorbado por una serie de
impresentables que se proclaman de izquierdas.