EL ALCALDE
Lo recordaré siempre, firme en sus
principios, pero flexible en sus actuaciones; hablador y silencioso al mismo
tiempo, con el brazo tendido a los ciudadanos y con la disciplina que conlleva
pertenecer a una formación política. El balance final: un perdedor nato debido
a su honradez y rectitud. Me refiero al mejor Alcalde de Murcia: José María Aroca.
Presidió el Ayuntamiento durante la transición. Sabía dialogar y delegar, dos
habilidades raras en los directivos de nuestro tiempo.
Pero las cosas han cambiado, y ahora nos
gobierna otro alcalde, que cuenta con el apoyo de la Murcia profunda. El Alcalde,
Ballesta, con una carrera política meteórica, ha creado un personaje con gran
variedad de gestos, manejando un humanismo a contrapelo, versión inquietante de
una ternura soterrada, o de un mutismo hostil, quién sabe qué.
Llevo caminando toda la semana, ligeramente
absorto. De vez en cuando me interrogo, como conocedor de la psicología del
comportamiento humano, ¿por qué el Alcalde no estuvo con los vecinos el día de
la Romería de la Fuensanta?
Dió media vuelta antes de lo establecido, cuando
vio que le esperaban los manifestantes por el soterramiento de las vías del
tren ¿Tuvo miedo a que le aplaudieran? Y tomó una decisión: Él por arriba, nosotros por debajo.